
Tal como a los cerrajeros les frustra no poder descifrar el funcionamiento de una cerradura antigua, existe un fenómeno que ha mantenido desconcertados a miles de astrónomos, astrofísicos, físicos cuánticos, y científicos de ramas similares, son los agujeros negros. Estos objetos, por así decirlo, poseen una masa enorme por lo que su fuerza gravitatoria es tan grande que ni siquiera la luz puede escapar de él.
Hace poco se publicó un artículo sobre el sonido que emite un agujero negro, lo que cual nos pareció aterrador y nada relacionado con la referencia que podríamos tener después de ver “Interstellar”. Sin embargo, en esta ocasión hablaremos de otro hallazgo que podría parecer inofensivo a primera vista pero que, quizá, podría significar una amenaza o una oportunidad única de estudio y poder obtener respuestas a tantas preguntas que existen en torno al misterio que esconden en su interior, o al otro extremo.
Lugar: Gran Nube de Magallanes
Desde hace varios años, un grupo de científicos se había dedicado a la tarea de desestimar todos los estudios relacionados a los agujeros negros por carecer de muchos sustentos científicos para validar sus estudios. Y más tratándose de candidatos para agujeros negros que estuvieren inactivos.
Sin embargo, este mismo grupo de científicos vio sus bocas cerradas al ser testigos de un hallazgo singular, particularmente para alguien como Kareem El-Badry a quien le apodan “el destructor de agujeros negros”.
El descubrimiento en la Nebulosa de la Tarántula de la Gran Nube de Magallanes, una galaxia vecina a nuestra Vía Láctea, fue gracias a seis años de observaciones con el telescopio VLT (Very Large Telescope) del Observatorio Europeo Austral (ESO) y su instrumento Fibre Large Array Multi Element Spectograph (FLAMES) que permite observar más de cien objetos al mismo tiempo.
El hallazgo: VFTS 243
De forma muy general, los agujeros negros se originan tras la muerte de una estrella. Una estrella muere tras convertirse en una Supernova, para luego convertirse nuevamente en una enana blanca hasta enfriarse por completo y desvanecerse para formar un agujero negro. Es decir, por norma general los agujeros negros se forman tras la explosión producto de la muerte de una estrella.
Tomer Sheran, becario de la Universidad Marie-Curie de Ámsterdam y director del estudio que lleva a cabo el ESO, comenta que es la primera vez que su equipo logra congregarse en torno a un descubrimiento en lugar de rechazarlo. Por otra parte, Kareem “El destructor de agujeros negros” fue quien informó que el origen de este agujero negro no fue producto de la potente explosión de la estrella que lo originó. Sin lugar a dudas, esto es digno de gritar ¡Eureka!
Los agujeros de masa estelar se forman cuando estrellas muy grandes mueren y sucumben a su propia fuerza gravitatoria. En un sistema binario, es decir de dos estrellas que giran una alrededor de la otra, cuando una de estas muere deja atrás un agujero negro con una estrella orbitándolo por toda la eternidad; aunque esta estrella parece haber colapsado sin evidencias de una explosión que le preceda. El agujero tiene una masa equivalente a 9 veces la de nuestro Sol.
Por ahora, se espera a que otros científicos colegas en la materia analicen estos estudios y los certifiquen debidamente para ser publicados posteriormente. Tenemos más preguntas que respuestas, sin dudas, pero las respuestas suelen llegar cuando haces las preguntas correctas o cuando no haces una pregunta en lo absoluto; lo cierto es que hasta para los científicos más escépticos existen respuestas que los pueden sacar de balance y cambiar su perspectiva.